Más de la mitad de todo el dinero que cada día mueve la bolsa de Nueva York lo gestionan máquinas según algoritmos automatizados.
Los mejores informáticos y los matemáticos más brillantes antes se iban a Google, ahora los contrata Wall Street. La clave ya no es la economía, sino sacar ventaja de la estadística, la teoría de juegos y el azar. La bolsa se está convirtiendo en un enorme póker online robotizado, lejanamente basado en el mundo real. Es una guerra tecnológica entre los bancos de inversión, donde cada algoritmo secreto vale millones y todos compiten para descodificar el del rival. Se ha disparado el precio de las oficinas cerca del 60 de Hudson Street –el nodo de comunicaciones más próximo a Wall Street–, pero no es para acomodar aburridos humanos, su tiempo ya pasó. El barrio se está llenando de centros de datos. Vale mucho dinero enchufarse al cable más cercano al ordenador central: en el ‘high frequency trading’, cada milisegundo cuenta, y el tiempo de retraso con el servidor, como en los videojuegos en red, es vital para ganar. Y los humanos, ¿qué pintan en este Matrix? Pues los hay de dos tipos: los que se lucran con este sistema irracional y el resto, los que lo sufrimos.