dimecres, 25 d’agost del 2010

Y el lobo estepario quiso arder. Pero solo pudo respirar aire, aire que entraba y salía, entraba y salía bajo la luna llena. Luna llena embriagadora introduciendole toda la estepa, anís, tomillo, romero, humedad y a sí mismo. Hierba mojada adhiriendo fugazmente en sus pulmones todo el jugo de la naturaleza a una velocidad imperciptible. Tan eterno como una estrella fugaz. Cerró los ojos y entonces lo vio. Un aullido moribundo, entredormido. La vida era así de simple: lunas llenas a las que aullar y sentir el aire en todo tu cuerpo, aire vital, que una vez lo has tenido dentro es un poco más fácil volver a respirar.
Y lo siento Armanda, de aprender a bailar ya hablaremos otro día, yo por ahora seguiré escuchando mis músicas celestiales. Aunque nadie las entienda. Aunque me llevasen al infierno y tratasen de convencerme de que hay demasiada lluvia sobre el paraíso.