dilluns, 21 de setembre del 2009

Alegría se dirigía a Ibiza. No sabía qué era lo que allí podía encontrar. Pero, aunque no lo sabía, no debía patir, porque tenía en su poder grandes armas, y no de destrucción masiva, pues, aunque ella también sea parte de un cuento, ella no es terrorista sino al contrario. Es puro amor, amor reflejado en su belleza inocultable. Amor verdadero, alcanzado mediante la forma occidental. Alegría tiene sus preferencias, sabe alejarse de lo que le disgusta y alejarse de ello en caso de ser necesario. Ama a su chico, con un cariño alcanzado tras una larga relación para su juventud, mezclado con una pasión envidiable para el resto de personas que, teniendo algo que aprecian con locura, no saben cómo hacerlo, ya que el hecho de pensar en que en cualquier momento y por cualquier tontería pueden perder aquéllo que tanto aprecian, el único motivo que tienen para vivir plenamente, les impide poder asumir que están locos. Y Alegría asume que está loca, ya que no tiene miedo al mañana.
No, Alegría no ama todas las cosas. Alegría no es filósofa. Alegría no busca la verdad, ni pretende predecir qué pasará mañana para sentirse más segura. Alegría prefiere levantar la cabeza, mirar al frente y decirle al mañana: "Te atiendo enseguida, que ahora he de hacer unas cosas". No le teme al futuro.
Alegría vino a Ibiza sin saber lo que se iba a encontrar. Pero nadie se preocupó por ella.