Se quieren. Dos jóvenes cumpliendo sus sueños, un piso alquilado para ellos, un “nido de amor”. Un gato gris con rayas negras de piel suave precioso con el cual juegan, un sofá cama para invitados (amigos no les faltan) y hasta vistas al mar y al resto de la isla, aunque sin carecer de humildad. Para ellos, una vida en común. Para mí, un retorno a antiguas leyendas de mi propia vida, recuperar recuerdos olvidados que me hacen pensar en que las cosas cambian, pero los recuerdos siempre quedan. Es una suerte que los recuerdos queden, cuando son buenos.
Tiempo hacía que no quedaba a propósito con esta gente. Ha pasado el tiempo, pero gracias al distanciamiento de nuestros encuentros producido en la cuarta dimensión me he dado cuenta de que es muy difícil cambiar esa esencia de las personas especiales, cambiar aquéllo que las hace únicas y aquello por lo cual él consigue hacer sonreír a quienes le rodean. Ojalá sigan siendo así de felices mucho tiempo. En su casa he respirado paz y felicidad, la felicidad que solo pueden tener aquéllos que miran hacia el mañana con valentía, conscientes de que éste siempre será hoy en algún momento.
Sigue así. Quizá hoy vayamos juntos a Amnesia.
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